Dentro de la sección Inmersiones. PAISAJE DE REDES: SISTEMAS, MALLAS Y ESTRUCTURAS de la Segunda bienal de Arquitectura, Arte y Paisaje se puede visitar una interesante exposición que lleva por título PAISAJES RURALES DE CANARIAS. AGRICULTURA, ABANDONO AGRARIO Y URBANIZACIÓN DEL ESPACIO RURAL.
Esta exposición montada por los geógrafos José León García Rodríguez y Gustavo Pestana Pérez es una secuencia de mapas y fotografías donde se muestran los cambios recientes del espacio rural: su transformación paulatina en un espacio residencial, la disminución de la función productiva original, el abandono agrícola y la urbanización. A través de estos mapas de la agricultura los responsables de la exposición dibujan la diversidad del paisaje rural de Canarias, desde los paisajes utilitaristas a los emblemáticos y singulares, incluyendo los compuestos por suelos baldíos y eriales que, en ocasiones, evolucionan hacía la urbanización del espacio rural.
Les añado el texto que los autores han preparado para presentar la exposición y que aparecerá en el Catálogo de la Bienal, de próxima publicación, en que se explica las cinco partes de la misma y la intención de cada una de ellas.
Texto:
La exposición sobre los paisajes rurales de Canarias está constituida por cinco ámbitos visuales diferenciados, que muestran distintos aspectos paisajísticos y cartográficos de los espacios rurales del Archipiélago, en el presente. La muestra se inicia con un panel informativo que ofrece, primer lugar, la imagen genérica de la misma, la cual corresponde a una fotografía de Las Tricias, en La Palma, con sus cultivos tradicionales, abandono agrícola y poblamiento residencial, y posteriormente, los principales datos estadísticos sobre la superficie cultivada en las islas y de las tierras agrícolas que han sido abandonadas, según los distintos pisos agrológicos configurados por los estudiosos, así como el espacio ocupado por los principales cultivos; todo ello mediante la utilización de sencillas gráficas de barras, situadas sobre el mapa de fondo de Canarias, que permiten al visitante establecer las comparaciones numéricas pertinentes, tanto en términos absolutos como relativos, y sacar sus propias conclusiones de la realidad actual y de los procesos que han tenido lugar en la etapa reciente.
Dichos datos generales hacen referencia a unas 52.000 hectáreas de suelo rústico ocupadas en la actualidad por los diferentes cultivos en todo el Archipiélago, incluyendo los controvertidos pastizales, según las cifras ofrecidas por la Consejería de Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentación para 2006, lo que representa apenas el 7 % del territorio regional. En este cómputo oficial, la extensión del regadío es de unas 27.000 hectáreas y la del secano de unas 25.000, siendo Tenerife la isla con más superficie cultivada, ya que supera las 23.000 hectáreas, y Fuerteventura la de menos espacio agrario, con menos de 450 hectáreas cultivadas.
Sin embargo, el Mapa de cultivos de Canarias de 2005, elaborado por los técnicos de la misma institución autonómica, registra para el conjunto del Archipiélago una superficie cultivada de sólo unas 47.000 hectáreas; y por el contrario una extensión de más de 77.000 hectáreas de tierras de cultivo abandonadas bajo el ambiguo epígrafe de “tierras sin cultivo”, como si se tratara de un largo barbecho a la espera de nuevas cosechas. Dicha extensión supone el 10,3 % del territorio canario y constata la existencia de un retroceso agrícola de más del 62 % del espacio cultivado, en las últimas cuatro décadas, y ello sin contar con el importante espacio agrícola consumido por las abundantes infraestructuras y edificaciones construidas en dicho periodo de tiempo, que no ha sido contabilizado en dicho mapa.
A continuación del panel inicial de la exposición se sitúa el primer ámbito temático de la misma, que es el destinado a exhibir “Los mapas de la agricultura de Canarias”, el cual presenta 7 paneles con la cartografía de los cultivos, del espacio agrícola abandonado, de la edificación y de las principales vías de comunicación de las islas, representados por las correspondientes leyendas y tramas, como por ejemplo las de los invernaderos y de los enarenados. Los diferentes paneles insulares se sitúan sobre la pared expositora simulando sus posiciones geográficas relativas, a escala 1:50.000, y se han realizado a partir del mencionado Mapa de Cultivos de Canarias.
El segundo ámbito genérico está dedicado a mostrar “Los paisajes emblemáticos de la agricultura insular”, y está igualmente constituido por 7 paneles que reflejan las áreas agrícolas más importantes de las islas, como son el Valle del Golfo, en El Hierro; el Valle de Aridane, en La Palma; el Valle de Hermigua, en La Gomera; o la Vega de Río Palmas, en Fuerteventura. Los paneles diseñados son en este caso tripartitos y presentan en la parte superior el mapa de cultivos de las mencionadas áreas agrícolas insulares, a escala 1:12.500; en la franja media, la fotografía aérea del mismo lugar, realizada por la empresa pública GRAFCAN, y finalmente, en el rectángulo inferior, una imagen fotográfica de detalle de dicho espacio de referencia.
El tercer ámbito de la exposición tiene como objetivo presentar a los visitantes “Los paisajes rurales del abandono agrícola” en tres paneles igualmente tripartitos, que reflejan algunas de las huellas paisajísticas del retroceso de la superficie cultivada, especialmente en las azarosas tierras del secano, lo que ha llevado a Canarias a ocupar el último lugar entre las regiones españolas por el escaso porcentaje de tierra cultivada, además de la pérdida de soberanía alimentaria, del riesgo implícito de urbanización y de los problemas ambientales y patrimoniales que ello conlleva.
El cuarto ámbito de la muestra presenta en 5 paneles tripartitos “Los paisajes rurales de la conservación”, que son generalmente pequeños reductos territoriales que resultan en alguna medida representativos de los espacios rurales del pasado, y se han preservado, en parte, por su aislamiento del sistema económico actual, como ocurre, por ejemplo, con El Pinar, en El Hierro, o con la Tierra del Trigo, en Tenerife, o por su inclusión jurídica en la red canaria de espacios naturales protegidos, por su abundante biodiversidad y su patrimonio cultural y paisajístico, como los parques rurales de Anaga, Teno, Valle Gran Rey o del Nublo. Pero a pesar de la catalogación singular de algunos de estos espacios y de la inversión pública destinada a la dinamización socioeconómica que ésta conlleva, no han podido evitar la incidencia del abandono agrícola, ni incluso de la urbanización irregular.
Por último, el quinto ámbito de la exposición exhibe en cuatro paneles también tripartitos “Los paisajes de la urbanización rural”, que son el resultado de la ocupación de miles de hectáreas de tierras de cultivo del menguado patrimonio agrícola de las islas, en algunos casos sobre los suelos de mejor calidad edáfica, por el imparable proceso urbanizador de las últimas décadas, como ha ocurrido en las importantes vegas de La Laguna, La Orotava, Güímar, Adeje, Telde, Valsequillo, Arucas, Guía de Gran Canaria, o el Valle de Aridane, en La Palma, por mencionar sólo las más emblemáticas, y en avanzado estado de destrucción del patrimonio rural en el presente, o en fase de transformación en paisajes residenciales.
En realidad, se trata de un fenómeno mucho más amplio, que afecta en mayor o menor medida, a todo el Archipiélago, y es el resultado de la pérdida de la función alimentaria tradicional del espacio agrario de las islas, ante el avance imparable de la economía de la importación, que ha destruido la pequeña producción local sin impulsar su modernización ni reorientar su organización empresarial. Y asimismo es la consecuencia de la asunción por parte de la sociedad insular, que ha incrementado su renta y ha mejorado su nivel de vida, de pautas de consumo territorial propias de los ámbitos continentales, lo que ha llevado a convertir el espacio rural en un paisaje residencial, de ocio o industrial, ajeno a la escala del Archipiélago, que muestra la rápida expansión de la ciudad capitalina y de las estructuras urbanas a la mayor parte del espacio insular.
Pero este modelo de consumo espacial resulta a todas luces insostenible en Canarias, no solamente por la modesta dimensión superficial de las islas, por las características de su orografía o por la protección ambiental de una parte de su territorio; sino también por la necesidad ineludible de preservar de la urbanización una parte razonable del suelo para destinarlo a aprovechamientos que hoy resultan imprescindibles, como el agrícola, y para futuros usos patrimoniales o logísticos, como una reserva estratégica fundamental y un recurso para el desarrollo socioeconómico de la región, que debe preservarse en el planeamiento territorial y defenderse mediante la promoción institucional y privada de una nueva cultura del territorio.
La exposición la pueden visitar en INFECAR. Salu2
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