lunes, 10 de agosto de 2009

yo les daría un consejo a las autoridades: el de que fomentase el ocio.

Como ya he comentado alguna vez, me interesa bastante la relación entre urbanismo, espacio público y gestión del mismo. Siempre he creido (como muchos por la red) que los espacios públicos en el ámplio sentido de la palabra son el alma de la ciudad, son el espacio donde realmente se crea ciudad, donde de verdad se hace civitas, ciudadanía. Es por eso que me he interesado en ir profundizando en esto del uso del espacio público, en el diseño del mismo, en su gestión (incluidos los procesos de autogestión),etc. Y hoy aprovecho para dejarles unos fragmentos de un artículo del periodista gallego Julio Camba (1882-1962), escrito en el año 1916, cuando era corresponsal del ABC en Nueva York. En este artículo que tiene por título la mecánica como civilización, y de una forma muy amena, en poco más de dos páginas nos hace una reflexión sobre lo importante que es el ocio para el desarrollo de nuestra civilización, y por lo tanto para nuestras ciudades. En estos momentos en que todos hablamos de ciudades creativas, de cittaslow, de innovación, de mejora de la convivencia en nuestras ciudades y de la participación de los ciudadanos en su gestión diaria, Julio Camba nos aporta, entre líneas, la sencilla receta, para empezar a trabajar en estos aspectos. Hoy en día lo que dice ya está superado (aunque no se si asumido)y mucho se ha escrito sobre todo esto, pero no me deja de impresionar por la fecha en que se escribe y la claridad con que lo hace. Aquí se los dejo, espero que les motive tanto como lo hizo conmigo. Salu2

...yo creo que toda la civilización se ha hecho a ratos perdidos y que su labor será interrumpida en cuanto la humanidad se niegue sistemáticamente a a perder el tiempo. Yo creo que la civilización es precisamente obra de los vagos, de los enfermos, de los poetas y de las personas de edad, y los consejales de las ciudades europeas deben de creerlo también, cuando tanto se preocupan de estas diversas categorías sociales. Y yo les daría un consejo a las autoridades neoyorkinas: el de que fomentase el ocio.

No hay actividad intelectual posible - les diría yo - en medio de una gran actividad física. Fomenten ustedes el ocio, y para ello comiencen abaratando un poco las subsistencias. Luego supriman los trenes que pasan sobre algunas avenidas, a fin de que las gentes, libres del estrépito incesante, puedan pasearse por ellas conversando o siguiendo el hilo de un pensamiento interior. Esta admirable organización del tráfico que ustedes han hecho con objeto de atropellar a los transeúntes, suprímanla también, para ver si logran crear un público de personas que callejeen lentamente, que observen y que vean. Construyan ustedes soportales, plante árboles, pongan bancos. Den conciertos públicos y, sobre todo, favorezcan la fundación de cafés, porque de nada sirven las bibliotecas en una ciudad donde no hay cafés. De este modo dos o tres millones de personas llegarán a perder tres o cuatro horas al día.

Supongamos ocho millones de horas dedicadas diariamente al ocio y supongamos esto durante cincuenta años. El total sería de unos ciento cincuenta mil millones de horas que se habrían pasado sin hacer ningún esfuerzo físico, flaneando, curioseando, soñando, conversando o pensando tonterías. Ciento cincuenta mil millones de horas de aislamiento, de inconsciencia y de libertad mental, en que el cerebro parece como que se separa de su dueño y hace, no las cosas que le interesan a su dueño, sino las que le interesan a él, trabajando con un plan, desde luego, porque el cerebro siempre tiene su plan, pero no con el plan que le impone su dueño cuando se va a una biblioteca o un laboratorio...


(algunas de estas horas)

... habían servido para hacer música, versos, novelas, cuadros, ensayos, estatuas, etc., cosas todas que no pueden sobrar jamás en una ciudad como Nueva York. Y en solo una hora restante, en media nada más, o únicamente en cinco minutos, hubiera podido surgir uno de esos pensamientos fundamentales que dirigen a la humanidad durante siglos y siglos, porque estos pensamientos se extraen al sinfin de las horas perdidas por un procedimiento parecido al que sirve en química para obtener el radium...


(este artículo, la mecánica como civilización, y otros más están recogidos en el librito Un año en el otro mundo, cuya primera edición es de 1917. Yo lo leí de la edición que hace Rey Lear en este año)

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