miércoles, 16 de septiembre de 2009

El gasto público en cultura en Canarias

No he podido resistirme a publicar en este espacio un artículo de opinión del Catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de La Laguna y presidente de la Fundación Pedro García Cabrera, José Luís Rivero Ceballos, en el periódico Diario de Avisos (edición del 15 de septiembre de 2009). El enlace directo al artículo aquí.

El gasto público en cultura

Cuando se producen situaciones de crisis económica, cae la recaudación de los impuestos como consecuencia de la menor actividad económica y, al tiempo, las necesidades de la población se incrementan. Entonces, el debate sobre el presupuesto público se complica extraordinariamente porque hay que elegir entre numerosos programas de gasto, todos ellos apoyados por razones que, en general, son sólidas.
El propósito de este artículo no es afirmar que la importancia del gasto en cultura es superior al de otras asignaciones. Ésta sería una tarea imposible, además de inútil, porque no puede razonarse una elección entre asignaciones presupuestarias que se sostienen sobre valores diferentes e imposibles de comparar.
El propósito de este artículo es ofrecer algunas razones para mantener e incrementar el nivel de gasto en cultura en los presupuestos de la Comunidad Autónoma de Canarias para el año 2010 y siguientes, por si pudiera ayudar a los parlamentarios y al Gobierno en la difícil misión que tienen por delante.
Como primera cuestión conviene recordar algunos aspectos relativos a la trascendencia de la cultura para el desarrollo económico.
Durante años, se ha asentado en el contenido del discurso político y social la idea de que los dos pilares del desarrollo económico, y no sólo del crecimiento, son el capital humano y la innovación. Sobre estos aspectos hay consenso. Ahora bien, también lo hay en que la transición desde el discurso a la aplicación está muy lejos de alcanzar los objetivos deseables. Ni el capital humano ni la innovación soportan en Canarias un examen comparativo de indicadores con respecto al entorno europeo, incluyendo la mayor parte de las comunidades autónomas españolas. De hecho, los fundamentos del crecimiento económico en Canarias y en el resto de España tienen una importante limitación en estos aspectos.
Capital humano e innovación se relacionan directamente con lo que llamamos “cultura”. Esto es así porque la cultura ofrece los ingredientes que alimentan la capacidad de reflexión de una sociedad, cuestión ésta que es imprescindible para construir los futuros deseables. No hay inversión en capital humano si la población no valora lo que significa para el futuro, el suyo y el de la sociedad, la rentabilidad del capital humano, y esta reflexión es una acción que requiere “una cultura” que la alimenta. Tampoco hay innovación sin una predisposición al cambio y a idear nuevas formas de organización, bienes, servicios y procesos, y esto es también “cultura”.
La cuestión es trascendente puesto que estamos de acuerdo en que debemos cambiar las bases de crecimiento económico, porque las actuales ofrecen cada vez rendimientos decrecientes a costes sociales más altos. Reflexionar sobre las tendencias actuales, idear los futuros probables y distinguir entre ellos “los deseables”, es una acción “cultural” de primer orden de importancia en una sociedad cada vez más compleja, sometida siempre a limitaciones de lejanía y pequeña dimensión.
Siendo esto así, habiendo constatado la necesidad pero también la escasez de esfuerzos públicos y privados para dotar a la población de Canarias de bienes y servicios culturales de alto nivel, cabe preguntarse a quién corresponde la responsabilidad de mejorar el estado de las cosas.
Es evidente que la adquisición de bienes y servicios culturales tiene una doble rentabilidad: las personas demandan cultura con propósitos de consumo, esto es, para satisfacer necesidades momentáneas, pero también invierten en cultura, o lo que es lo mismo, adquieren capital humano que rentabilizan a lo largo de periodos de tiempo posteriores; además, las personas que se dotan de capital humano, aún sin que sea su propósito, despliegan sobre la sociedad, en general, un conjunto de efectos beneficiosos que más arriba hemos indicado.
Esta doble rentabilidad, individual y social, determina que los costes de la cultura sean responsabilidad de los individuos y de los gobiernos, porque en ambos niveles se obtienen resultados. Partiendo de esta conclusión, es obvio que aparecen tres ámbitos de provisión: la provisión de bienes culturales a través del mercado, en régimen concertado y la estrictamente pública por los gobiernos. Ahora bien, ¿cuánto debe ser el gasto correcto? En este punto podemos recurrir a la comparación con otras regiones de nuestro entorno político. Veamos.
La sociedad de Canarias ha venido gastando a través de la administración autonómica relativamente menos que la media española. De esta forma, el gasto liquidado en cultura por Canarias como porcentaje del gasto liquidado total es el 60,3% de la media española. Pero si comparamos el gasto de la comunidad autónoma por habitante, las diferencias son mayores, nada menos que 48,6% de la media española. La comparación respecto al PIB el resultado tiene el mismo sentido: el gasto de la administración autonómica en porcentaje del PIB es el 66,6% de la media de España (Anuario de Estadísticas Culturales, 2008, Ministerio de Cultura).
En el último presupuesto de la administración canaria las actividades relacionadas con la cultura tuvieron una reducción en el gasto del 12,5%, el mayor de todo el presupuesto de la comunidad autónoma, lo que implica un descenso del gasto relativo y absoluto. Temo que se repita esta decisión. Es un error desde la perspectiva de la elección pública, porque el gasto del último euro en cultura, teniendo en cuenta las diferencias de gasto funcional, produce un incremento del bienestar mucho mayor que el del último euro gastado en los programas dotados de gran volumen de recursos.
Este menor gasto relativo y absoluto de la administración autonómica no responde a una preferencia revelada de los ciudadanos que muestre una escasa valoración de los bienes y servicios culturales. Por el contrario, las familias en Canarias dedican a la demanda de bienes y servicios culturales un 2,4% más de gasto por persona que la media del conjunto de España y un 7,9% más por hogar.
Así que podría estar ocurriendo que las instituciones políticas representativas de los intereses de la sociedad estén equivocando las preferencias de los ciudadanos al asignar relativamente menos recursos que las familias.
Desde la perspectiva de la economía sectorial, las actividades culturales son, generalmente, altamente dinámicas y contribuyen poderosamente al crecimiento de otras actividades.
En Canarias hay 2.656 empresas cuyo objeto social son las actividades culturales que suman 17.400 ocupados. Este número de empleos está subvalorado porque no incluye por problemas estadísticos los empleos del comercio al por mayor y por menor de bienes culturales, el empleo de galerías de arte, ni de los estudios fotográficos. Aún así es una cifra respetable de empleo. Por establecer una comparación que permita valorar, toda la agricultura en Canarias tiene 22.000 empleos.
Pero no sólo se trata del efecto directo de las empresas culturales, hay además un valioso efecto de arrastre sobre otras actividades económicas. Este es un potencial de crecimiento de la economía de Canarias escasamente explotado. La economía urbana teóricamente y las ciudades de gran nivel de desarrollo conocen bien el efecto articulador de las empresas culturales; ¿qué hubiera sido de Nueva York sin un potente núcleo de empresas culturales que articuló el cluster de empresas de diseño, confección, publicidad, arquitectura, música, teatro, cine, pintura, construcción, paisaje, etcétera, y que impulsó un nuevo proceso de crecimiento en cada momento de crisis? ¿Qué podríamos hacer de Canarias si pudiéramos articular con mayor intensidad un espacio de relaciones interempresariales basadas en la creatividad? Todas estas cuestiones remiten a un hecho cultural en sí mismo: la capacidad de reflexión estratégica orientada a crear los futuros posibles y deseables.
Una última reflexión. Todos sabemos que crear es muy difícil y destruir relativamente fácil, también que el conocimiento es acumulativo. Viene al caso recordarlo porque lo que se ha creado en estos años no debe perderse. Se podrá mejorar, pero para esto es necesario que exista la capacidad que con gran esfuerzo se ha acumulado.
Con todo el respeto, espero que el gobierno y los diputados tomen en cuenta estas razones.

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