martes, 1 de junio de 2010

Manhattan es más ecológica que el campo

Eso será una novedad para muchas personas, incluida mi suegra, que vive en Lake District y está convencida de que las ciudades son concentraciones asfixiantes de libertinaje, contaminación y derroche. Y algo de razón tiene. Las ciudades, ciertamente, producen más contaminación por cada kilómetro cuadrado. Sin embargo, si la medimos por persona, la cosa cambia. Los residentes de Manhattan van andando a comprar a la tienda de ultramarinos; viven en pisos muy pequeños y tienen poco espacio para amontonar cosas; utilizan el transporte público mucho más que otros estadounidenses; consumen gasolina al pequeñísimo nivel que el resto del país lo hacía antes de la Gran Depresión; y se desplazan por innumerables viviendas y oficinas a través del medio de transporte masivo de mayor eficiencia energética: el ascensor. Encuentra a ocho millones de estadounidenses que vivan en el campo e intenta que quepan en Nueva York con todas sus pertenencias: las salas de juegos, los cobertizos, los coches todo terreno y los muebles de jardín formarían una pila mucho más alta que el Empire State.


En La lógica oculta de las cosas de Tim Harford

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